30 de enero de 2012

No puedo evitarlo.

Hundo la nariz en las flores que me ha traído: dos docenas de tulipanes, todos rojos. Y, por extraño que parezca, aunque los tulipanes no son famosos precisamente por su aroma, estos tienen una fragancia intensa, dulce y embriagadora. Inhalo con fuerza y me permito disfrutar de su perfume antes de admitir para mis adentros que él me gusta. Que me gusta de verdad. No puedo evitarlo. Me gusta, y punto. Y aunque me esfuerzo por fingir lo contrario, eso no cambia las cosas.



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